
No la detuvieron ni los muchos años, ni los reclamos
de la comodidad o de la prudencia; cuando funda nuestra Congregación con 63 años.
Con valentía de “mujer fuerte”, sacrificó paz,
prestigio, afecto, para entregarse con decisión a caminos más duros, a
inseguridades más acuciantes, a trabajos
más ásperos e ingratos. Y con la serenidad de quien confía en el Señor, entregó
toda su vida a la juventud más necesitada, marginada y explotada, a quienes
miro con amor profundo y se dedicó a prepararles hogares que les devolvieran la
dignidad, la confianza y la esperanza de Vida.
Somos felices, Señor,
porque somos tu pueblo y tú eres nuestro Dios.
Estamos contentos
porque nos has elegido como heredad tuya.
Con un corazón limpio y sincero queremos alabarte.
Tu corazón de Padre ama a todas las personas;
te alegra el contemplar el bien y el progreso de cada una de ellas,
y te entristece su mal y su retroceso.
Los poderosos, Señor,
no triunfarán con su fuerza;
el que destruye al ser humano
siembra la muerte en su corazón.
Tú eres el único Señor de la persona;
sólo tú permaneces para siempre.
Tú, Dios de amor, cuidas de la obra de tus manos,
y todos los que esperamos en el triunfo del amor
tendremos respuesta;
porque tú, oh Dios,
has librado nuestra alma de la muerte;
con la muerte de tu Hijo has pagado nuestro rescate.
Juntos esperamos la llegada de tu Reino.
Sé tú, Padre nuestro, Dios de misericordia,
socorro y escudo para los que confían en ti.
Sea tu amor, Señor Dios nuestro,
la razón de nuestra esperanza.
porque somos tu pueblo y tú eres nuestro Dios.
Estamos contentos
porque nos has elegido como heredad tuya.
Con un corazón limpio y sincero queremos alabarte.
Tu corazón de Padre ama a todas las personas;
te alegra el contemplar el bien y el progreso de cada una de ellas,
y te entristece su mal y su retroceso.
Los poderosos, Señor,
no triunfarán con su fuerza;
el que destruye al ser humano
siembra la muerte en su corazón.
Tú eres el único Señor de la persona;
sólo tú permaneces para siempre.
Tú, Dios de amor, cuidas de la obra de tus manos,
y todos los que esperamos en el triunfo del amor
tendremos respuesta;
porque tú, oh Dios,
has librado nuestra alma de la muerte;
con la muerte de tu Hijo has pagado nuestro rescate.
Juntos esperamos la llegada de tu Reino.
Sé tú, Padre nuestro, Dios de misericordia,
socorro y escudo para los que confían en ti.
Sea tu amor, Señor Dios nuestro,
la razón de nuestra esperanza.
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