La MADRE PILAR, cuando recorría las calles de aquel Bilbao turbulento, se encontró con una
realidad que la hizo sentir deseos de dedicarse exclusivamente a la juventud,
la miró con ojos nuevos, con un amor lleno de ternura, que ardió en su corazón
durante toda su vida.
Señor danos,
Ojos nuevos
para superar el dolor y entregarme a los demás.
Ojos nuevos
para abrirme a los otros con corazón abierto.
Ojos nuevos
para renunciar a la propia comodidad.
Ojos nuevos
para aceptar cada día lo que hay.
Ojos nuevos
para mirar el futuro.
Ojos nuevos
para ser testigos de un amor que sabe compadecerse y comprender.
Ojos nuevos
para superar el individualismo y el egoísmo.
Ojos nuevos
para hacer de cada mañana algo vibrante y bello.
Ojos nuevos
para mirar a las personas con corazón amplio y generoso
Ojos nuevos
para acoger a todos, sean de mi misma manera de pensar u obrar o no lo sean,
acogiéndolos como se acoge a las personas, sin negar el saludo, con una
sonrisa, con atención, ofreciendo el perdón, la comprensión y la ternura, la superación
de los defectos y eliminado la dureza y el rencor…
Ojos nuevos
para descubrir en el rostro de los demás las huellas del dolor y la pena, la
necesidad de ayuda y de consuelo.
Ojos nuevos
para hacer frente al desencanto y seguir esperando.
Ojos nuevos
para no tener miedo y confiar.
Pidamos al
Señor que nos dé unos ojos nuevos.
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