
La
llamada siempre consiste en salir de uno mismo. Dios nos invita a ponernos en
camino, a responder. La llamada puede ser descubierta de muchas maneras, cada
uno tiene su edad, sus momentos, sus etapas... Puede ser que una persona la
descubra de golpe o que vaya surgiendo poco a poco. Toda llamada exige una
respuesta. No vale mirar para otro lado. Ni tampoco uno debe tener miedo
a arriesgarse, a disipar las nieblas y olvidar temores.
Escuchar
y seguir la llamada de Dios supone libertad. Libertad para decidirme por una
opción determinada. Renuncio así a otras opciones, pero aumento mi libertad de
decisión y termino con la indecisión y la parálisis que a veces no me deja
actuar.
Descubrir
lo que Dios quiere de mí es importante para mi vida. Dios siempre quiere lo
mejor para la persona, pero es cada uno quien tiene que descubrirlo y
aceptarlo. Vivir a espaldas de Dios toda la vida sería una dura pesadilla.
¿Me he planteado mi opción
de vida?
¿Te has preguntado qué proyecto
tiene Dios para ti?
Una cosa te pido, Señor, y
es lo que busco
vivir unido a ti, tenerte como amigo
y alegrarme de tu amistad sincera para conmigo.
Señor Jesús, escúchame, que te llamo.
Ten piedad. Respóndeme, que busco tu rostro.
Mi corazón me dice que tú me quieres,
y que estás presente en mí,
que te preocupas de mis problemas
como un amigo verdadero.
Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana.
Espero gozar siempre de tu compañía.
Quiero gozar siempre de tu vida en mi vida.
Señor Jesús, escúchame, que te llamo.
Ten piedad. Respóndeme, que busco tu rostro.
Mi corazón me dice que tú me quieres,
y que estás presente en mí,
que te preocupas de mis problemas
como un amigo verdadero.
Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana.
Espero gozar siempre de tu compañía.
Quiero gozar siempre de tu vida en mi vida.
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