El adviento que Dios
quiere no es sólo un tiempo, es una actitud profunda. No es tiempo cronológico,
sino tiempo espiritual. Y, siempre puede ser adviento, superando los límites
del calendario.
El adviento auténtico es el que enciende todas las lámparas de la
espera, es el que abre todos los oídos de la escucha, es el que dispone
cuidadosamente el alma para la acogida. Tiempo de esperanza, decimos, pero
esperanza significa muchas cosas. Decir esperanza es decir deseo, confianza,
paciencia, vigilancia, compromiso, valentía, alegría, humildad, paz.
Descubre
en este día los aspectos más positivos de tu vida, de tus actitudes, de tus comportamientos.
¿Qué es lo que más te gusta de ti mismo y de tu forma de ser? ¿Qué aspectos de tu vida valoran los demás
más en ti? ¿Qué actitudes o comportamientos de los que tú tienes consideras que
molestan más a los demás?
Oramos
Mi espíritu y mi corazón
están alerta como los ojos del centinela.
Estoy esperando. Te busco,
Señor. Estoy en vela. ¡Es adviento!
Te busco en la oración y Tú
me abres, Señor, como un amigo
siempre presente, cuando se
llama a la puerta.
Te busco en la Palabra y Tú
te acercas, Señor, como un amigo
siempre presente, cuando se
le pide luz para atravesar la noche.
Te busco en la Eucaristía,
con los otros cristianos,
y por tu Palabra y tu Pan
vienes a mí, Señor, como un amigo
siempre dispuesto a ofrecer
lo mejor que tiene.
Te buscamos cada día y te
vemos, Señor,
donde se siembra la alegría,
dónde se elimina la mentira,
donde se suprime la injusticia.
Para encontrarte, Señor,
¡hay que estar en vela!
Tú estás a la puerta y
llamas.
Llamas al espíritu y al
corazón.
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