“¿Quién
eres?”, preguntaron a Juan el Bautista. Juan vivía en el desierto, había optado
por un estilo personal de tal austeridad que llamaba la atención. Parecía
alguien profundo, alguien enviado por Dios. Predicaba la conversión del corazón
y el bautismo. Sin duda era alguien especial. ¿Sería el Mesías enviado por
Dios? ¿En qué medida había que seguirlo?... Para aclararse, lo mejor es
preguntar: ¿quién eres? La pregunta era por el sentido de su vida, por
su misión, por su tarea, por quien le sostenía,... Juan dijo: “Yo soy una voz”.
Un sonido que transmite un mensaje. Yo soy un dedo que indica un camino, yo soy
una señal que recomienda prepararse para quien ha de llegar. “Yo soy –respondió
Juan- muy poca cosa, el importante de verdad es aquel al que yo anuncio. Parece
que Juan tenía muy claro quién era y sobre todo quién era en relación a Jesús.
Así se definió él.
Hoy
te toca definirte a ti. ¿Quién eres tú? ¿Quién eres tú en relación a
Jesús? Si deseas que este Adviento sea un tiempo en el que te prepares de
verdad para el encuentro con Jesús, tendrás que descubrir qué es ahora en tu
vida lo importante y en qué medida el Señor forma parte de lo esencial.
En la
encrucijada de mi vida.
Señor, empiezo
a caminar por mi cuenta
y tengo que
elegir un camino y acertar en él.
El mundo me
ofrece sus caminos, fáciles, fascinantes:
camino del
dinero, de la diversión,...
Aprovechar,
sacar partido, vivir,...
Frente a esto
tú me ofreces otro camino,
Me invitas a
seguir el camino del amor.
Amor que es
entrega de la vida
que es
redención del oprimido,
establecimiento
de la justicia, de la fraternidad.
Amor que es
sinceridad, verdad, alegría y perdón,
amistad,
grupo, comunidad.
Amor que salva
y da sentido a la vida.
Amor que
reconoce a Dios como Padre
que reconoce a
todos los hombres como hermanos.
Aquí estoy,
Señor, con esta edad que tú me das,
abierto el
corazón a tu llamada.
Dame valor
para seguir tu camino.
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