En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice “Señor, Señor”
entrará en el reino de cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que
está en el cielo. Aquel día muchos dirán: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado
en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre
muchos milagros?” Yo entonces les declararé: “Nunca os he conocido. Alejaos de
mí, malvados.” El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se
parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia,
salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no
se hundió porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras
mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su
casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y
rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas.
Palabra del Señor
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas.
Palabra del Señor
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