En aquel tiempo, dijo Jesús
a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo
sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda,
para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he
hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar
fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en
mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al
que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los
recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras
permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe
gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»
Palabra del Señor
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