En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Si yo doy testimonio de mí
mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí, y
sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros enviasteis
mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo
dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros
os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros
quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo
es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido
realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha
enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí.
Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su semblante, y su palabra no
habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis. Estudiáis las
Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están
dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No
recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de
Dios no está en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me
recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése si lo recibiréis.
¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no
buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a
acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis
vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de
mí escribió él. Pero, si no dais fe a sus escritos, ¿cómo daréis fe a
mis palabras?»
Palabra del Señor
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