Te
buscamos, Señor,
porque escuchamos tu voz. Nos llamas a tu encuentro, y saliste al camino, para mostrarnos el horizonte. Nos invitas a seguirte, nos convocas a una vida nueva.
Contágianos
la fe de Abrahán, Padre Bueno, Dios de la Vida generosa, transmite a nuestro corazón la fe profunda del peregrino. Danos fuerza. para sacudir nuestras seguridades, todo lo que nos ata, nuestra manera de ver, de sentir, de pensar, nuestra forma de creer, nuestra imagen de Dios, nuestras seguridades de fe.
Danos
la valentía de Abrahán. Su decisión de partir, de cambiar, de afrontar los riesgos de caminar tras tu proyecto. Danos su paciencia, su capacidad, para descubrirte y no seguir de largo, en la vida de todos los días.
En
nuestras comunidades
tenemos tu Palabra escrita, fuente de verdad y justicia. Abrahán sólo tenía tu voz, y creyó, y partió. Hoy contamos con tu Palabra; que la leamos más, que la recemos mejor, que aprendamos a discernir desde sus enseñanzas, que la tomemos como guía, que construyamos con hechos el Proyecto de Vida que nos muestras en ella. Ayúdanos a sumarnos en el gran desafío de la fe. Abrahán fue padre de un pueblo, el primero que dijo sí, ejemplo de seguimiento, en las marchas y contramarchas del camino, siempre adelante, guiado por tu presencia con la ?sola? garantía de tu Palabra. |
Enséñanos
a andar,
ligeros de equipaje, preparados para el camino. Infunde en nosotros el espíritu peregrino de los que nunca piensan haber llegado, porque la vida es camino, y el final, principio, en la marcha hacia el Reino.
Nuestro
tiempo necesita
muchos Abrahanes, capaces de cambiar para vivir y construir el proyecto de Dios. Varones y mujeres, jóvenes y niños, que aprendan a escuchar la voz de Dios que invita a una vida nueva.
Renueva el
milagro, Señor,
llama con voz firme, insite, que somos duros. Ayúdanos a levantar nuestras tiendas para volver al principio.
Acompaña
nuestro camino,
Señor, y conviértenos, sin cesar, a tu Palabra.
Marcelo Murúa
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lunes, 29 de febrero de 2016
¡Acompaña nuestro caminar, Señor!
evangelio según san Lucas (4,24-30)
En aquel tiempo, dijo Jesús al pueblo en la sinagoga de Nazaret: «Os
aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que
en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo
cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo
el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a
una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había
en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos
fue curado, más que Naamán, el sirio.»
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose,
lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se
alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso
entre ellos y se alejaba.
Palabra del Señor
domingo, 28 de febrero de 2016
evangelio según san Lucas (13,1-9)
En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los
galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que
ofrecían.
Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que
los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os
convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron
aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que
los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os
convertís, todos pereceréis de la misma manera.»
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y
fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador:
"Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no
lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el
viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y
le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas".»
Palabra del Señor
sábado, 27 de febrero de 2016
evangelio según san Lucas (15,1-3.11-32)
Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de
ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna."
El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo
menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó
su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por
aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue
entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a
sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de saciarse de las
algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen
abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en
camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo
y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de
tus jornaleros." Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando
todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a
correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo:
"Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme
hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor
traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies;
traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este
hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos
encontrado." Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y
llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó:
"Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo
ha recobrado con salud." Él se indignó y se negaba a entrar; pero su
padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en
tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí
nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y
cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas
mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú
siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque
este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo
hemos encontrado."»
Palabra del Señor
viernes, 26 de febrero de 2016
Libérame de mí
como un signo de interrogación
que espera la respuesta
al ritmo urgente del deseo tan tirano.
Endereza mi pregunta y hazla
un signo de admiración agradecida.
Aquí estoy Señor,
hueco
como la palma de la mano,
hecha un cuenco
para recibir el agua
sin demora.
Distiende mis dedos
de mendigo ansioso
en un ágil gesto
de baile y alabanza.
Aquí estoy Señor,
curvado
como un anzuelo
que busca afilado
con su seguridad de acero
la presa tangible
como pago justo
a su esfuerzo tenso.
Ablanda mi rigidez
en el suave mecerse
del sedal sobre las olas.
Aquí estoy, Señor,
acogiendo tu don,
la alegría y la paz
de tu misterio.
Benjamín G. Buelta, sj
evangelio según san Mateo (21,33-43.45-46)
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del
pueblo: «Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una
viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar,
construyó la casa
del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado
el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para
percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando
a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon.
Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con
ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: "Tendrán
respeto a mi hijo." Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron:
"Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia."
Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora,
cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?»
Le contestaron: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará
la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.»
Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en la Escritura: "La piedra
que deshecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor
quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente"? Por eso os digo que se
os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que
produzca sus frutos.»
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron
que hablaba de ellos. Y, aunque buscaban echarle mano, temieron a la
gente, que lo tenía por profeta.
Palabra del Señor
jueves, 25 de febrero de 2016
Mirarme desde Ti
Mírame Tú,
Jesús de Nazaret.
Que yo sienta
posarse sobre mí
Tu mirada libre,
sin esclavitud
de sinagoga,
sin exigencias
que me ignoren,
sin la distancia
que congela,
sin la codicia
que me compre.
Que Tu mirada
se pose
en mis sentidos,
y se filtre
hasta los rincones
inaccesibles
donde te espera
mi yo desconocido,
sembrado por Ti
desde mi inicio,
y germine mi futuro
rompiendo en silencio
con el verde de sus hojas
la tierra machacada
que me sepulta
y que me nutre.
Déjame entrar
dentro de Ti,
para mirarme
desde Ti,
y sentir
que se disuelven,
tantas miradas
propias y ajenas
que me deforman
y me rompen.
Benjamín G. Buelta, sj
miércoles, 24 de febrero de 2016
evangelio según san Mateo (20,17-28)
En aquel tiempo, mientras iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte
a los Doce, les dijo por el camino: «Mirad, estamos subiendo a
Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos
sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a
los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al
tercer día resucitará.»
Entonces se le acercó la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó: «¿Qué deseas?»
Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?»
Contestaron: «Lo somos.»
Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre.»
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»
Palabra del Señor Él le preguntó: «¿Qué deseas?»
Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?»
Contestaron: «Lo somos.»
Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre.»
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»
domingo, 21 de febrero de 2016
santo evangelio según san Lucas (9,28b-36)
En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo
alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su
rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos
hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con
gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y
sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a
los dos hombres que estaban con él.
Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, qué bien se
está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra
para Elías.» No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se
asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: «Éste es mi
Hijo, el escogido, escuchadle.»
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y,
por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
Palabra del Señor
sábado, 20 de febrero de 2016
evangelio según san Mateo (5,43-48)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo:
"Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os
digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así
seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su
sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque,
si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo
también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué
hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por
tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»
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